Diario de Viajeros. Vero y Nacho. «El mono relojero».
En Las Tablas conocimos a Giovani, un italiano que está viajando como nosotros. Juntos nos vinimos a un refugio de surfistas llamado Eco Veano, que se encuentra frente a Playa Venao, sobre la costa del Pacífico. Terminar de hacer la carpa fue un premio a la paciencia, ya que estuvimos cerca de dos horas mirándola
En Las Tablas
conocimos a
Giovani, un
italiano que
está viajando
como nosotros.
Juntos nos
vinimos a un
refugio de surfistas
llamado Eco Veano,
que se encuentra
frente a Playa Venao, sobre la costa del Pacífico.
Terminar de hacer la carpa fue un premio a la paciencia, ya que estuvimos
cerca de dos horas mirándola y tratando de comprender cómo carajo se
armaba. Vero era una suerte de directora técnica; Giovani y yo los albañiles.
Cuando Vero me preguntó, antes de acostarnos, si ponía el despertador, le
dije que no haría falta. Como nos habían avisado, los monos vinieron por
nuestro sueño, con un ronquido quejoso y fuerte. Hasta ahora no los vimos
caminando por el camping, solo están colgados de los árboles.
La noche en la carpa fue insoportable. Ni el aislante, ni la bolsa, ni la onda logró
que la dureza del suelo cediera. Nos levantamos con mucho dolor de espalda y
con hambre, ya que aún no nos acostumbramos a eso de cenar a las 20 y a las 22,
como tarde, estar durmiendo.
Después de un desayuno generoso partimos tabla bajo el brazo hacia el mar.
Y acá es dónde debo hacer público el coraje de Vero que se corrió unas olas increíbles.
Debo decir, porque las circunstancias así lo exigen, que en esta playa se corre uno de
los torneos más importantes a nivel internacional. La calidad de la ola es perfecta y
sale todo el tiempo.
Casi la totalidad de las personas que están acá lo están por dos razones: o porque
surfean o porque practican yoga. Esto, naturalmente, crea un clima de mucho
silencio y armonía.
El camping está emplazado en medio de la selva, sobre un monte y frente al mar.
Tiene una cocina que compartimos entre todos y varios decks con hamacas paraguayas
para descansar. También hay un restaurant, pero es un poco caro para viajeros.
Como nos dijeron, acá es muy difícil conseguir comida y, para ello, tenemos que
trasladarnos a pueblos vecinos. En cuanto a Internet, le choreamos la clave al dueño:
así se explica esta conexión.
Ayer Vero cocinó spaguettis sin importarle que uno de sus comensales era italiano.
Una caradura. Y hoy Giovani amasará pizzas para nosotros, para otros dos argentinos
y una pareja de uruguayos. Ese es un poco el modo de vida por estos lados.
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