Diario de viajeros. Vero y Nacho. «Santa Teresa»

Hace tres días llegamos a Santa Teresa, un balneario al extremo sur de la Península de Nicoya. Para ello tuvimos que tomar un bondi hasta el puerto de Puntarenas, de ahí un ferry hasta Paquera, y otro bondi hasta aquí. Igual que en Panamá, el sistema de transporte en Costa Rica es de tramos cortos

Hace tres días llegamos
a Santa Teresa, un
balneario al extremo
sur de la Península de
Nicoya. Para ello
tuvimos que tomar
un bondi hasta el
puerto de Puntarenas,
de ahí un ferry hasta
Paquera, y otro bondi
hasta aquí. Igual que en
Panamá, el sistema de
transporte en Costa Rica es de tramos cortos y a veces para hacer cien kilómetros
hay que tomarse varios colectivos.

Cuando estábamos entrando al pueblo una rubia nos propuso ir al hostel donde
trabaja y, como era barato, aceptamos inmediatamente. De este modo, pusimos
la carpa en un lugar espacioso y con mucho verde, manejado por israelitas. Y
todos los huéspedes son israelitas, con excepción de otro argentino. Así que
todo transcurre en hebreo, algo extraño para nuestros oídos.
Como decía, el camping tiene muchos espacios recreativos, entre ellos, un sector
de camas paraguayas que se encuentra debajo de los árboles y da sombra todo el
día, un aro de básquet, una mesa de pool, internet gratis, cocina equipada y cómoda,
y varias mesitas de madera ideales para matear a la tardecita luego de una sesión
de surf.
Cuento estas comodidades porque hemos pasado por cada lugar que cuando se
llega a un sitio agradable uno quiere compartirlo.
Por las mañanas aprovechamos para surfear y después descansamos hasta las 16
o 16.30, que es cuando nos volvemos a meter. En el medio jugamos al pool y al 21.
Estamos como dos nenes divirtiéndose con los chiches nuevos.

Yerba buena

Me había olvidado de contarles
que en Playa Jacó se dio un hecho
inesperado que nos llenó el espíritu:
¡conseguimos yerba! Sucedió en un
supermercado, mientras hacíamos
las compras cotidianas de leche,
frutas y algo para comer. Nos había
sorprendido ver cerveza Quilmes
y vino Uvita en tetra en las góndolas,
así que en el fondo teníamos una
leve sospecha de que por ahí
tendríamos suerte. Y sí: nos llevamos
el último paquete de medio kilo Taragui por cinco dólares, como para seguir tirando.
Y mateando.

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