Diario de viajeros, Vero y Nacho: «Piratas del Caribe».

A principios del siglo XVI, el intercambio comercial de Guatemala con su metrópoli España se estableció a través del entonces llamado Golfo Dulce. Luego de varios ataques piratas (ingleses, claro) a los barcos que transportaban las riquezas hacia Europa,se decidió la construcción de un Castillo que resultara una fortaleza, con doce soldados y doce piezas

A principios del siglo XVI, el intercambio comercial de Guatemala con su metrópoli España se estableció a través del entonces llamado Golfo Dulce. Luego de varios ataques piratas (ingleses, claro) a los barcos que transportaban las riquezas hacia Europa,se decidió la construcción de un Castillo que resultara una fortaleza, con doce soldados y doce piezas de artillería. Esto fue en el año 1595 y se la bautizó Castillo de San Felipe, en honor al rey de la Corona. Conforme pasaron los años, los ataques se profundizaron y ello consideró llevar adelante constantes reconstrucciones, pero manteniendo siempre la idea original. Hoy, a más de 500 años de aquellas historias, el edificio puede visitarse.

Fue muy extraño, realmente, caminar por esos pasillos angostos y contemplar sus paredes desde el patio central; mirar hacia el río desde los cañones e imaginar la reacción de cuando los soldados divisaban barcos enemigos.

También pensé en cómo se siguen llevando las riquezas pero el insaciable del norte y qué necesario resulta que surja otro fuerte, como para defender también un poco lo nuestro.

Livingston: el pueblo negro

Para llegar a Livingston tuvimos que tomar una seguidilla de bondis y luego una lancha, ya que no tiene acceso posible por tierra. No es una isla, pero es un pueblo que está emplazado en medio de la selva guatemalteca. La particularidad de Livingston es que sus habitantes son negros, sólo algunos hablan español, y pertenecen a una comunidad llamada Garífuna.

Producto de la expulsión de la isla de San Vicente, los caribes negros o garífunas llegaron a la Isla de Roatán (Honduras), esparciéndose pacíficamente en pequeños grupos a lo largo de la costa caribe centroamericana desde Nicaragua hasta Belice. En 1802 arribó al lugar situado en la margen oeste de la desembocadura del Río Dulce un bergantín que, procedente de la Isla de Roatán, venía comandado por Marcos Sánchez Díaz, considerado como fundador de este poblado, acompañado de una tripulación de raza negra, creándose así el primer asentamiento garífuna en Guatemala. Por falta de víveres y materiales de defensa se vieron obligados a trasladarse por algún tiempo a Punta Gorda (Belice) estableciéndose definitivamente cuatro años más tarde en tierras guatemaltecas.

El idioma garífuna surgió en la isla de San Vicente hace más de seis siglos. En la actualidad se conforma de un 45% de palabras araguaca, un 23% kallinau, 15%francés, 10% inglés y 5% lo constituye el vocablo técnico de español. Resulta gracioso escucharlos hablar en su dialecto: pronto te sorprendes con palabras como computadora o internet, que no tienen traducción a su lengua.

Nosotros nos establecimos en un castillo israelí, y ahí pasamos tres noches bien raras, cerca del mar caribe y rodeados de animales, como cerdos, gallinas, chupé (algo así como un gallo pero más grande), iguanas y tortugas de agua salvajes. A estas últimas las descubrimos mirando el arroyo que pasaba por el patio del castillo. (Creo que aquí debo un paréntesis, porque menciono que paramos en un castillo como si fuese algo de todos los días o como si fuese una posibilidad cotidiana y no, entiendo que es una locura. Era un castillo relativamente nuevo, tenía 20 años. Lo construyó, naturalmente, un israelita y era el hospedaje más barato del lugar; menos de 10 dólares por día por los dos).

Con Livingston generamos una conexión especial. Fuimos por un día, nos quedamos tres, pero daba para quedarse un mes. No es que había mucho para hacer, pero el pueblo era tranquilo, con muchas tiendas de artesanías típicas, puestos de comidas, posibilidades económicas de paseos como alquiler de kayaks o canoas. Uno de los días aprovechamos para conocer Siete Altares, unas cascadas naturales consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Allí nadamos en las pozas y mateamos mientras poníamos los pies en el agua.
Por esas cosas que tienen las conexiones, decidí cortarme los rulos y hacer nacer de mi tres pequeñas rastas. En definitiva, los garífunas son gente linda, que se mueven al ritmo lento del mar caribe, un poco sucios (hay que decirlo), que siempre te regalan una sonrisa, que viven en constante relación con la naturaleza y que, todo eso y como si fuera poco, te lo contagian ni bien te bajás de esa lancha, de la que ya venís medio flasheado porque en el camino te permiten bañarte en unas pozas termales a la orilla del Río Dulce y caés, rendido ante ellos, ante ese espíritu negro que pasea, ni siquiera vive, que pasea cadencioso por las calles del caribe.

 

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