Ronaldo Schoo: «Desde Abril de aquel año 1982, mi corazón se abrió a esa causa justa»
Con estas palabras se presenta el periodista Ronaldo Schoo, quien fuera voluntario en la Guerra de Malvinas. Su vocación de buscar la verdad, lo llevó a entrevistarse con cientos de ex combatientes y familiares.
Uno no sabe a veces por qué Dios le pone a las personas en el camino. Es un misterio que a veces tarda un tiempo en descubrir, otras, es tan evidente, que solo tarda segundos.
Este fue el caso de Ronaldo Schoo, a quien la inundación de este último año, lo trajo hasta La Dulce para realizar su trabajo de impermeabilización en la planta de silos de Hansen Cereales, y así fue como lo conocí.
Ronaldo Schoo, además, es periodista y buscador de la verdad. Tiene miles de historias y las cuenta de manera tal, que uno las vive mientras él las relata. A cada lugar que va, busca ex combatientes y pide de conocerlos, de conocer sus historias y las de sus familiares.
Fue voluntario en la guerra de Malvinas. «Cuando se desató la guerra, pensé: Ahora tengo que ayudar, y me anoté como voluntario para lo que sea. Me enviaron al Hospital Naval de Bahía Blanca, donde llegaban los heridos de la guerra. Yo me encargaba de las derivaciones y de contactar a los familiares».
«No soy ni he sido militar, ni tengo ni he tenido parientes en ninguna de las Fuerzas Armadas, pero sí, muchos y muy buenos amigos». «Desde Abril de aquel año 1982, mi corazón se abrió a esa causa justa, aunque desigual, y me interesé más que por la cuestión bélica, en sí, lo que representaba para todos los combatientes y sus familiares. Esos combatientes a quienes finalizado el conflicto del Atlántico Sur, fueron obligados por la superioridad a volver de noche, a escondidas, por haber “perdido” la batalla, sin tener en cuenta los gobernantes de turno y muchos conciudadanos exitistas, las acciones de extremo valor, que pusieron en práctica “la viveza criolla” para ganar escaramuzas, demostrando entereza, agallas, intrepidez, valoradas, a posteriori, por los mismos “enemigos”, que no dudaron en reconocer las sobresalientes acciones, llevadas a cabo por los argentinos en el campo de batalla, que le reportaron bajas de extrema importancia en vidas humanas y en equipamiento».
Compartimos ahora un artículo de Ronaldo Schoo, Publicado por el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca el día 02 de Abril de 2012.
MALVINAS: MI DOLOR, MI RECONOCIMIENTO Y UN NIÑO.
Cuando viajamos a Mar del Plata con mi señora, desde hace años, siempre cumplimos con un rito moral indeclinable que es, ir al Cementerio de La Loma en Playa Grande, y depositar una flor en la tumba de nuestro primer héroe nacional, caído en combate, en la recuperación de nuestras islas Malvinas. Los memoriosos comprenderán, que me estoy refiriendo al heroico CFIM Post Mortem señor Pedro Ignacio Giachino.
Idéntica actitud asumimos cuando nos trasladamos a la ciudad de Buenos Aires. En la bajada de la Plaza San Martín – Retiro, (ver imagen) se encuentran las lápidas sobre las cuales figuran los nombres de los 649 combatientes que dieron su vida en el intento de recuperación de las Islas.
Antes que nada, deseo aclarar que bajo ningún aspecto deseo magnificar nuestra actitud. Sino que, simplemente, la nuestra representa la identificación y reconocimiento para todos aquellos que cumplieron con el mandato vinculado al juramento a nuestra bandera: defenderla hasta morir.
Mi actitud en estas situaciones, es la de pararme en posición de firme (aclaro que no soy militar ni tengo parientes integrantes de ninguna fuerza) con mi mano derecha sobre mi corazón, y rezar una oración por el eterno descanso y reconocimiento a todos aquellos valerosos compatriotas.
A partir de aquí, me referiré a una hermosa y emotiva historia que me tocó vivir con un niño de nueve años. Había yo comenzado a desplazarme lentamente por el corredor existente frente a las lápidas (*), deteniéndome en aquellas donde figuraban nombres de muchos conocidos míos, apoyando mi mano derecha sobre las placas. Simultáneamente observé que un niño me venía siguiendo y en un momento dado, acercándose respetuosamente y en voz baja, me preguntó: “¿Por qué a cada rato apoyás tu mano sobre el mármol?”. Mi respuesta, algo confundido por el tenor de la pregunta fue: “Porque estoy saludando a mis hermanos, que lucharon y murieron allá en Malvinas…”. Entró el niño en un silencio mientras yo seguía caminando y él a mi costado, cuando luego me respondió: “¡Qué familia grande que tenés!” y regresó apresurado hacia donde estaban sus padres y algo les balbuceó a sus oídos. Mientras tanto, esta actitud del niño me conmovió por su espontaneidad, su sensibilidad y reflexión, provocándome algunas lágrimas. Cuando terminé mi periplo y me retiraba, me acerqué al niño y le di la mano saludándolo, mientras que su padre me pedía disculpas por la pregunta inoportuna que su hijo me había formulado. Ahí le aclaré que no la consideraba tal, dado que esa actitud mía respondía a un reconocimiento hacia un grupo de compatriotas, “mis hermanos”, de las distintas fuerzas argentinas que habían luchado valientemente y sucumbido en ese intento. En ese instante me aclaró que ellos eran Colombianos que estaban conociendo la ciudad de Buenos Aires, pero que recordaban aquella justificada gesta argentina de intento de recuperación de un territorio usurpado, y así, nos despedimos muy afectuosamente.
Ese episodio aumentó mi emotividad, mientras reflexionaba sobre toda la ingratitud que aún soportan nuestros auténticos veteranos combatientes de Malvinas ante una sociedad que en gran parte, les dio la espalda conjuntamente con las jerarquías militares de aquel entonces, que gobernaban nuestra nación después del conflicto, amparadas en los juicios de valor del ex General de ejército Benjamín Rattenbach como crítico de tamaña epopeya.
A mis desmemoriados compatriotas les recordaré además, que ante la desorientación de esos mismos comandos, los llamados “locos de la guerra”, como se los denominaba peyorativamente a los que regresaron del frente, la sociedad les negó trabajo, tan es así que aquellos que habían regresado del frente con vida, mutilados o aparentemente sanos, muchos de ellos, luego se fueron suicidando por falta de una oportuna ayuda psicológica. Las estadísticas de guerra confirman que se produjeron más suicidios después de la gesta de Malvinas, que en el regreso de las tropas estadounidenses después de Vietnam. Estoy documentado para hacer estar afirmaciones y además convivo con muchos ex combatientes pertenecientes a las distintas fuerzas. Esta es una historia para detallar en otro momento.
Llevo analizados, durante estos treinta años, muchísimas entrevistas a combatientes, a sus viudas, hijos y padres, recogiendo recuerdos, leyendo correspondencia recibida desde el frente, donde la mayoría les solicitaba que se cuidaran, que si bien ellos estaban soportando las privaciones del frente, eran conscientes de que estaban defendiendo a la Patria y que con la ayuda de Dios, lograrían tan ansiado objetivo.
Finalizando, al decir de la notable patriota, madre de uno de los tantos héroes, doña Delicia Rearte de Giachino, quien me honra con su correspondencia, “a mí me duele la Patria, y a usted?”
Cenotafio de los combatientes fallecidos en la guerra de Malvinas. Plaza San Martín – Retiro – CABA
Se puede observar una guardia representando a la Fuerza Aérea Argentina, cuando se turnaban las tres fuerzas, (Ejército, Marina y Aeronáutica,) cada 15 días para montar la guardia de honor.
Posteriormente, por decisión del Ministerio de Defensa se retiraron las guardias de honor y se circunvaló el predio para evitar posibles actos de vandalismo. De esta forma se limitó la posibilidad de acercamiento a nuestros héroes de Malvinas, transformándolo en un paseo común, alejado de todo sentimiento patriótico.
Me gustaría contactar al Sr. Schoo. marianteson16@gmail.com