Dos dulcenses sueltos en Londres.
Sofía Moreno y Heber Raggio realizaron un viaje de estudios a Londres y París.
Sofía Moreno y Heber Raggio, realizaron un viaje de estudios a Londres para perfeccionar el inglés que están aprendiendo, en el caso de Sofía con la Profesora Carina Marcos y de Heber con la Profesora Mariana Hansen. Durante veintiséis días, vivieron una experiencia inolvidable, donde además de estudiar, pudieron conocer otras culturas, lugares increíbles y chicos de sus edades de distintos países.
Ambos coinciden en que vivieron una experiencia imborrable. «Me gustó Londres», dice Sofía, «porque tiene alma de pueblo, aunque sea una de las ciudades más importantes del mundo. Todo es muy viejo, pero muy organizado» y Heber agrega «no hay basura ni papeles tirados en las calles, no se escuchan bocinas y todo es muy prolijo, todo lo contrario a Buenos Aires»
«Algo que me llamó la atención», recuerda Sofia «es que cuando fuimos a Abbey Road, la calle de los Beatles, pasaban un montón de autos, pero cuando te veían que estabas por cruzar, paraban, esperaban que te saques la foto, y después seguían, nadie se molestaba por esperar».
El viaje consiste en clases de gramática inglesa que se dictan en la Universidad. Los alumnos no adquieren conocimientos, sino que refuerzan lo que han aprendido en sus países. Viven en el campus universitario, que en ésta época funciona como una colonia de vacaciones y la usan para recibir estudiantes del idioma inglés. Tienen una rutina que arranca a las 7.00 con el desayuno, concurren a clases, luego almuerzan, concurren a clases nuevamente y la cena que es a las 18.00. Después de cenar, hay más actividades grupales. También hay tiempo para el esparcimiento y conocer lugares históricos, como la casa de Shakespeare, la universidad que sirvió de escenario para la película de Harry Potter o los más modernos Shoppings.
Cada clase, tiene un tema gramatical para desarrollar. Luego de la clase, se realizaban distintas actividades, discusiones o debates entre equipos y un jurado que evalúa. También un proyecto a desarrollar durante toda la semana que se presentaba el sábado por la noche. En esta oportunidad, los dos dulcenses tuvieron la posibilidad de conocer y compartir su experiencia con doscientos veinticuatro alumnos provenientes de España, Italia, Rusia, China, Rumania, Corea, Kazajstán, Lituania y Francia y Alemania. «Siempre había grupos de tres o cuatro chicos en todos lados, menos los argentinos, que andábamos los cincuenta y cuatro para todos lados», dice Heber, «el último día que estuvimos en la Universidad, juntamos todas las mesas redondas e hicimos una mesa grande para poder cenar todos juntos, el resto nos veía como si fuéramos una gran familia, mas que un grupo».
«A mí me sorprendió uno de los proyectos», cuenta Sofía «se trataba de mostrar la música de cada país. Otros grupos mostraron la cumbia y el folclore y a mi grupo se nos ocurrió presentar el Himno Argentino. Nos paramos y lo cantamos y cuando miramos, en cada grupo que había argentinos, se habían parado a cantarlo» y Heber aclara » era como si los argentinos tomábamos el mando en los proyectos, yo veía que siempre había algo de la Argentina en cada proyecto, algo que se destacaba». «También nos dimos cuenta que los argentinos éramos los mas bochincheros» añade Sofía, «donde había un grupito haciendo lío, o eran tanos o eran argentinos».
«Una anécdota que nos pasó a todos», recuerda Sofía «es las alarmas de incendio. Son muy paranoicos con los incendios, si vos te estas bañando y abrís la puerta de la ducha y sale vapor, se prende la alarma como si hubiera humo y tenes que bajar del edificio, como estés. Te toman asistencia, se fijan que esté todo bien y podes volver a subir. ¡Eso nos pasó no se cuantas veces! El último día, en todos los edificios que había argentinos, sonaron las alarmas, ponían desodorante… y Heber mencionó «la primera vez que pasó yo no sabia que pasaba, no nos habían avisado nada, estaba durmiendo y me despertó la alarma, hay una alarma en cada habitación, otra en el pasillo, en las escaleras y suenan todas juntas».
La experiencia fue increíble, coinciden ambos. Conocieron otras culturas, otras costumbres, con respecto al idioma, adquirieron mucha fluidez. También coinciden en el orden y la prolijidad que hay en todos lados. «Los colectivos de línea están impecables, tienen WiFi, le funcionan todas las luces», enumera Sofía. «Ellos son un país viejo», reflexiona Heber, «nosotros estamos en desarrollo todavía, ojalá algún día seamos como ellos. A mi me sorprendió el orden, no había nada de basura, no hay bocinazos, además son muy nacionalistas».
«Lo que más extrañé», dice Heber, «fue la música. Cuando no tenía que interactuar con mis compañeros, pedía permiso para usar los auriculares y escuchaba el programa de Mario Escurdia, desde allá le mandé un mensaje para contarle desde donde lo estaba escuchando y lo leyeron en el programa».
«Lo que nos llamó la atención cuando llegamos» dice Sofía, «fue la cantidad de agua, allá no estábamos enterados de lo que había pasado con las inundaciones. Llegamos y desde el avión lo único que se veía era el agua».
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