Nota editorial de Sendero Regional de esta semana.

¿Está bien que nos comparemos?

editorialEn esta carrera alocada que es la vida de los últimos tiempos, estamos perdiendo lo posibilidad de hacernos de un tiempo para cada uno y darnos paso a la reflexión. Es por eso que desde esta columna nos permitimos ese momento y damos paso a la reflexión; ¿Está bien que nos comparemos?.
Cuando pensamos tanto a nivel interno como externo lo hacemos en términos comparativos, en la estructura psicológica de nuestro propio ser, lo hacemos siempre comparando. Y decimos “soy esto, he sido aquello y seré algo más en el futuro”.
En lo externo de nuestro ser, por ejemplo en lo tecnológico, la comparación revela progreso, lo cual es algo relativo. Años atrás no había bombas atómicas, aviones supersónicos, etc., pero ahora contamos con esas cosas; y en el futuro tendremos otras cosas que hoy no poseemos, a esto se lo llama progreso y claro está que esto es relativo, y que nuestras mentes están presas de esta manera de pensar. Nos observamos a nosotros mismos de forma comparativa, en relación con una sociedad que precisamente es en sí misma, el resultado de esa lucha comparativa, que en cierta medida se vuelve confrontativa y conflictiva. Pero esa comparación en si misma engendra miedo, y si observamos este hecho en nosotros mismos, uno quiere ser mejor profesor o una persona más linda o inteligente, quiere poseer más conocimientos que otros, quiere tener más éxito, ser alguien, ser famoso, entre tantos ejemplos.
El camino de la comparación siempre acaba en el ego, en el “yo” por sobre todas las cosas. Se dice que hay ser competitivo para sobrevivir en este mundo, por lo que comparan y compiten en los negocios, en la familia y hasta en las religiones. Con mucha frecuencia cultivamos ese mismo espíritu durante toda la vida, pugnando por ser mejores o por alcanzar una categoría mejor que otra persona.
En eso se basa nuestra estructura social y moral; así pues en nuestras vidas existen en constante estado de comparación y competitividad, y la perpetua pugna por ser alguien o por no ser nadie. Y esto a mi humilde entender es la cuna de todo temor, porque crea envidia, celos y odio. Y donde hay odio es evidente que no hay amor, que se engendra cada vez más miedo.
Pero esta actitud frente a la vida, que se basa en la comparación, sé vuelve un factor muy importante en el deterioro del ser y de la sociedad a la cual pertenece.
Es a través del discernir y no del comparar donde los seres encuentran su propia evolución. Esa forma de atender lo acontecido y lo que acontecerá es lo que hace perder los miedos y las dependencias posesivas de cara a la plena libertad. Es en lo natural donde está lo trascendente, lo sencillo es lo adecuado, y este es el criterio: si al hacer cualquier cosa te sientes cómodo entonces es adecuado, si te sientes incómodo es que hay algo inadecuado, también es importante destacar que lo que es adecuado para uno puede no serlo para otro; no hay ley universal al respecto, cada uno debe desarrollarla para sí mismo. Por eso nadie que realmente te ame, querrá imponerte nada, simplemente te ayudará a estar cómodo para que puedas encontrar lo que es adecuado para vos. Y este es el concepto de discernimiento del que hablamos, “ser capaces de hacer lo adecuado para nosotros, permitirnos ser sin comparaciones…”

CARLOS LABORANTI
Director Ejecutivo

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