Noche especial. Por Matilde Díaz.

Hoy feriado en Argentina. Comparto con ustedes una nota de Matilde Díaz, una postal exacta de La Dulce y su gente. La tranquilidad invade la nochecita dulcense, la brisa mece suavemente la copa de los árboles, la luna parece jugar a las escondidas detrás del cielo nublado, un par de estrellas asoman tímidas en el

Hoy feriado en Argentina. Comparto con ustedes una nota de Matilde Díaz, una postal exacta de La Dulce y su gente.

La tranquilidad invade la nochecita dulcense, la brisa mece suavemente la copa de los árboles, la luna parece jugar a las escondidas detrás del cielo nublado, un par de estrellas asoman tímidas en el firmamento gris. El ladrido de los perros callejeros, famélicos, esqueléticos se hace escuchar. Otorgando un poco de vida a esta noche fría de Agosto.

Un par de autos transitan la avenida principal del pueblo, fantasmal, quieto. Almas dispuestas a disfrutar lo poco que ofrece este lugar.

Las luces de la plaza dan  otro panorama, el silencio ya no es tan notorio, las palomas se acomodan en las grandes palmeras… las imagino juntitas en el nido dándose calor y compañía. Un par de gatos desaforados, en celo, juegan a seducirse. La noche va tomando color…

La suave brisa es cada vez mas manifiesta, como la carcajada de un par de chicos que pasan por la esquina, ajenos a todo, viviendo una realidad y un momento que es de ellos, corridas, una botella pateada cual si fuera el mejor balón del mundo. Y el grito de gooooooooooooool que se cuela como la mas linda melodía.

El Monumento a Malvinas regala un sentimiento de argentinidad en la máxima expresión, los colores celeste y blanco son mas evidentes con las luces y sombras de una noche especial.

Una parejita cruza la calle apurada, abrazados, mostrando amor en épocas  en los que muchos se esconden. ¿Cuánto tiempo pasó desde la última vez que estuvieron juntos? me interrogo, horas tal vez, pero tienen esas ansias de amarse como nunca antes. Y allí irán dispuestos a entregarse al placer mas añorado, dando rienda sueltas a esa pasión que les brota por los poros. Se convertirán en un solo ser.

Los bares;  los de cartas, copas y vermouth  estarán cerrando sus puertas en este instante, guardándose en el interior anécdotas exageradas, improbables, los chismes seguramente  fueron protagonistas fundamentales dando más valor a ese refrán que dice : «Pueblo chico infierno grande».

Y la noche también se inventó para quienes tienen de única compañía a la soledad, libros, un trago, un malbec, buena música y la mente plagada de recuerdos…esos que llegan para quedarse, que trasladan a un lugar de nostalgia, que hacen que la fibra de la que está hecha el espíritu se movilice más que nunca.

El olor a tierra mojada (llovió mas de cien milímetros en dos días) da otro sabor a este momento,  el cesped húmedo parece una alfombra. La luna se destella introvertida en un enorme charco.

El campanario de la Parroquia parece sublime, las luces de la calle se reflejan en los amplios ventanales de este lugar de culto, visitado asiduamente por «copetudas» pecadoras, que acuden a buscar paz en la Iglesia cuando no la tienen en el corazón.

El móvil de la Policía recorre las calles, sin novedades, la placidez que brinda un lugar como este no tiene comparación con nada.

Los suburbios seguramente tendrán los asiduos visitantes, «Villa Cariño» también está presente como en todos lados, sin hotel alojamiento las calles perdidas son el mejor escenario para esas noches de trampa y descontrol.

El humo de las estufas se disipa lentamente, el olor a eucaliptus ya es un recuerdo,  las brasas están dando su último aliento en esta madrugada, esperando que el nuevo día asome.

Hay fiesta en un salón, la música se escucha desde lejos, los cuerpos abrasados se mueven al compás del ritmo, hay diversión, hay alegría. ¿Qué mas pedir?

La Estación del Ferrocarril, inmensa, radiente parece una postal. El molino señala  que el viento está presente, el ruido de las norias encendidas del semillero (que fue emblema de la localidad y hoy solo es un espejismo de lo que alguna vez supo ser) denota que en una zona campera nunca se deja de trabajar. Por las inclemencias del tiempo las sembradoras descansan por un rato. El suelo castigado agradecido eternamente.

La noche dejó lugar  para que el amanecer  asome despacio, un nuevo día ya nació y con él las esperanzas  de vivirlo con intensidad, con el orgullo a flor de piel por pertenecer a un  lugar así . con LA DULCE sensación que este es mi lugar en el mundo…

 

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